"ALUX"

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Techiek: Acryl on cava

lunes, julio 01, 2013

Aprendiendo a morir..


                                                                                                           

    …Fragmento del relato: “Los espíritus  debajo de la cama”

 "Aprendiendo a morir..."

La oscuridad era profunda; la noche se habia colocado en el pequeño patio de la casa. Los grillos agudizaban su estribillo y la soledad de las sombras se hacía intensa. Sobre el tejado, tránsito de  estrellas y lamentos; un felino en celo maullaba la esperanza casi muerta, su llanto que no parecía de apareamiento, sino de dolor y de despedida; ese llanto se fue esparciéndose en el frío de su cuerpo.
Desde el corredor, ella lo divisaba a través de los cristales de su tristeza, vigilaba a aquel hombre afable y frágil; vagabundo herrante entre el cielo y la tierra. Inmerso en su estancia llena de silencio, transpirando muerte que aveces aclamada en sus momentos de desasosiego; pero al mismo tiempo, le tuvo siempre miedo. Sus ojos eran faroles apagados por el tiempo, la mirada estaba más perdída que su alma juvenil de antaño; se quedaba mirando peregnemente la leyenda escrita de su infancia en la pared verde de concreto.
El cuarto era un espacio pequeño, en su momento fue habitáculo de sueños. Allí, donde las ilusiones se parían a cada momento, el luto era un niño triste que se instalaba con los segundos. Allí, donde voces y carcajadas espantaban el polvo de los tabiques, la muerte ya no era sólo más una palabra. 
En el tálamo de la estancia, ella descubrió por primera vez la imagen vehemente de su padre. Sucumbió una imagen casi divina, una ternura infalible y perpetua se fue tatuando en la piel pálida y dolorosa de su memoria. Era el momento de dejarlo marchar para recibir la resurrección del perdón y el recuerdo amable que deben tener todas las despedidas.
Ella se asomó a él, palpó su cuerpo yacente y disminuido; su rostro era un boceto de redención, la madrugada le tocaba con tentáculos taciturnos el alma inpávida. Ella, rompiendo la página de su pusilánime silencio susurrándole al oído le preguntó:
  • Papá, lo ha aprendido todo en su vida?
Él con su cabeza lo negó y con la lija gastada de su voz le contestó:
  • No; Todavía estoy aprendiendo. Estoy aprendiendo a morir. 
En aquel momento, se escuchó solamente el maullido premonitorio desde el tejado; los grillos en su apogeo despedían la oscuridad de la noche. La brisa fría y tenue, besó los ojos del alba para despertarla de su letargo. El tiempo marcado por el reloj de pared, aquél que fue su compañero en sus días sin nombre, fueron marcando la pauta para la última hora. Y, desde entonces, cada treinta de junio, ella recuerda que no es tarde para aprender a vivir, para que así cuando llegue el momento, sabrá aprender a marcharse.

©Copyrigth.Meyapinto2013-06-30





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